Holaa((: ¿os gustó el primer capítulo? Espero que sí, y que comentéis para saber que os parece, eso también lo espero JE. Bueno, para los que me seguís en twitter, he cambiado mi user, ahora soy @1DRedPlanet ya que el otro nombre no me convencía mucho. Y ahora, os dejo el segundo capítulo, disfrutad la lectura,un beso.
¿Qué pasaría si cogiera esa caja? Era pequeña, vieja y parecía haber sido olvidada allí, tan llena de polvo como se encontraba. No, no pasaría nada y además no sabría lo que contenía,ya que no tenía la clave para abrirla. Miré a ambos lados, derecha e izquierda, no había nadie mirándome, claro que no, estaba sola en el cuarto. La cogí y con un simple movimiento la metí a mi mochila. Entre dos libretas y mi estuche morado.
¿Y ahora qué iba a hacer? Era sábado, había un largo puente de una semana hasta que tuviera que incorporarme a las clases, y no tenía nada, absolutamente nada que hacer. La caja, imposible de abrir, no podría descubrir los secretos que guardaba.
Salí de mi habitación, no sin antes cerrar con llave y echarla a mi bolsillo. Bajé las escaleras deslizándome por la barra de agarrarse. Me dirigí al comedor en busca de un televisor, cosa que no encontré.La gran escalera de caracol que daba al desván se perdía en el techo. Había una gran lampara de araña colgada, con millones de cristalitos brillando, y como no, los soportes de la lampara acababan en cabezas de serpiente. Comenzaba a asustarme la grave obsesión de mi tía abuela con esos reptiles, ya casi podía escuchar los siseos de las serpientes en mis oidos. Una mano se posó en mi hombro, haciéndome estremecer.
—Lo siento Georgia. ¿Te apetece un cacao? Ha sobrado mucho...
—No... em, ahora iba a explorar la casa, es tan grande que temo perderme en ella.
—No, no y no, como ya has dicho, podrías perderte así que, mejor no.
—De acuerdo... voy a dar una vuelta por el pueblo.-quitó su huesuda mano de mi hombro.
—Hasta luego.-dijo suavizando su tono de voz.
Salí de la casa y bajé la colina por el camino de piedras grisáceas que daba a la salida. Monté en mi bicicleta y me dirigí al pueblo que estaba bastante lejos, ya que la casa estaba a las afueras y a su alrededor solo habían parcelas sin edificar. En el pueblo, todo era muy diferente, las casas eran de colores vivos, y los balcones estaban a reventar de macetas llenas de flores que desprendían un aroma dulce y fresco. Dejé mi bicicleta junto a un montón de estas que estaban enfiladas y le puse el candado. Entré en una panadería de paredes violetas, el aroma que había dentro, dulce, floral, perfecto.
—Buenas tardes, ¿desea algo?-dijo un hombre mayor, de pelo canoso y con una gran sonrisa en el rostro.
Giré la cabeza hacia el mostrador que estaba lleno de pasteles, tartas, dulces, bollos, magdalenas y toda clase de delicias.
—Emm.-me decanté por un pastelito de color rosado con perlas plateadas decorando la masa.-Este.
—Claro, un momento.-el hombre se acercó a otra mujer que había al otro lado del mostrador.
Me apoyé en el gran refrigerador que estaba lleno de botellas de agua, bebidas energéticas y refrescos de todas clases, estaba helado, lo que me encantaba, ya que fuera hacía un calor de mil demonios. De una puerta blanca, supongo que daría a la cocina, salió un chico de pelo castaño corto, ojos color café y una sonrisa de oreja a oreja. Cargaba una gran bandeja tapada, que puso delante de mí y destapó. Estaba llena de pastelitos con olor a gloria, demasiados colores se escapaban de allí como arco iris, decorados tan delicados y envueltos en papel de color dorado, eran perfectos.
—¿Cuál te gusta?-preguntó con un gesto de amabilidad.
Señalé decidida el rosa de las perlas, que era idéntico al del mostrador.
—Ese.-dije.
—Buena elección. Oye, eres nueva por aquí, ¿verdad?
—Esto... si. Soy Georgia, mejor Geo.
—Yo soy Liam, mejor Liam.-solté una carcajada sonora.
Me extendió un papel con la cuenta y yo le di el dinero.
—Encantada.
—Igualmente, Geo.
Salí de allí y monté de nuevo en mi bicicleta, eché el pastelito en la cesta de la bicicleta, metido en la cajita violeta donde Liam la había puesto. Me dirigí en busca de algún asiento, donde poder descansar y tomarme el dulce sin ser molestada, encontré un parque un poco a las afueras, árboles interminables daban sombra. Me senté en un banco y al poco rato de sentarme escuche una voz. Me giré bruscamente, y ahí estaba, un chico, lo único que pude ver fueron sus ojos, azules como el mar que se volvieron rojos cual sangre fresca. Algo me golpeó fuertemente, caí al suelo, perdiendo así el conocimiento, sin más.
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